Vamos a intentar primero conocer su naturaleza y características antes de dar la respuesta ya que la misma no es simple por el tipo de factores y derivaciones asociados a su propia definición y funcionamiento que llevan intrínsecas las monedas digitales o criptomonedas. No debemos olvidar que todas las criptomonedas pertenecen a la era de la digitalización ó 4ª revolución industrial por lo que su recorrido es corto y su peso histórico está alejado del estado de plena consolidación del que gozan otras divisas físicas y que sitúan a las primeras mucho más cerca de un estado previo a su aceptación/implantación que a cualquier otro estado. Actualmente existen cientos de monedas digitales en circulación, con una capitalización de mercado superior a los 130.000 millones de euros.
Lo primero en lo que se diferencian las monedas digitales de las divisas físicas nacionales es en que estas son dinero fiduciario y por lo tanto se basan en la confianza de la promesa de pago de la parte emisora, en cambio las monedas digitales como el bitcoin simulan un coste de minado de una materia prima mediante un sistema de prueba de trabajo computacional y distribuido en el que los miembros o nodos de la red son los que construyen y fortalecen esa confianza vía consenso.
Las monedas digitales se benefician por tanto de las nuevas tecnologías vinculadas a esta era de la inteligencia artificial utilizando tres apoyos tecnológicos como son: Big data, interconexión masiva de procesadores distribuidos y Blockchain.
Destaca la tecnología Blockchain, o cadena de bloques creada en 2009 y basada en tecnología de registro distribuido, ya que ha sido la gran innovación tecnológica que junto a la capacidad actual de conexión de servidores, y a la alta capacidad de computación de hoy en día es lo que ha hecho posible la existencia misma de la moneda digital.
Brevemente podemos definir que Blockchain es una estructura de datos que conceptualmente forma una cadena de bloques digitales informada y con una muy alta resistencia a la modificación (ya que sería necesario editar todos los bloques anteriores de la cadena) una vez generada la información que principalmente se basa en emisor, receptor, valor monetario y datos internos de bloques anteriores. La seguridad aplicada se basa en un conjunto de normas estrictas sobre los datos asociados a una transacción y que utiliza una encriptación de máximo nivel mediante el aporte unitario de cada nodo de la red, lo que hace que el proceso de certificación se fundamente en dos aspectos: histórico de información ordenada en el tiempo para cada transacción y distribución de dicha certificación en distintos nodos, es decir la certificación no está centralizada como en las divisas físicas lo que como veremos más adelante es un arma de doble filo.
Pero ¿Que hay realmente detrás del concepto de minado?
El minado consiste en que cada nodo de la red compite para ser el primero en encontrar el problema criptográfico de un determinado bloque asignado y esto se consigue mediante un sistema de pruebas de trabajo que realmente es un cálculo algorítmico que requiere tiempo y recursos hardware en cantidad variable y al que hay que añadir como coste importante la energía consumida. Lógicamente este trabajo se realiza por un objetivo, obtener una recompensa de 12.5 bitcoin por bloque resuelto, pero esta recompensa disminuye según aumentan el volumen total de moneda existente.
Si hacemos una mirada a la evolución de la que ha sido la moneda digital referente desde su creación en 2009, el bitcoin, podemos ver que ha habido recurrentes perdidas de confianza en su valor y en términos generales exceso de volatilidad. En el 2015 llegó a aumentar su valor un 97% y tras el máximo histórico del 2017 llego a perder un 80% de su valor en 2018. En todas las subidas su valor no respondía a ninguna explicación racional asociada a la propia moneda sino solamente a un crecimiento alcista de carácter simplemente especulativo.
Los detractores de esta moneda disponen de un buen catálogo de razones tales como:
La primera y más manida es que su escasez es artificial y está generada por un algoritmo matemático que tiene como limitación máxima en el caso del bitcoin los 21 millones de unidades. En un mercado real de oferta y demanda es muy conveniente que la escasez no sea artificial.
El carácter de bitcoin es altamente especulativo y por tanto volátil, desregulado, por lo que escapa a cualquier control fuera del propio sistema bitcoin ya que no está respaldado por ningún bien tangible, gobierno o entidad financiera lo cual va en contra de las garantías y transparencias.
Algunos economistas le asignan por tanto un valor real de cero y nos recuerdan el peligro de que se repita otra “crisis del tulipán” como la que sufrió Holanda en el siglo XVII y que acabo con el sueño y la riqueza de muchos inversores del por aquel entonces nuevo oro que eran los bulbos del tulipán y que alcanzando en 1636 su valor máximo acabo llevando a la economía holandesa a la bancarrota.
Otro punto importante y que no se puede obviar es que el sistema bitcoin funciona de manera que solo se puede salir y recuperar los fondos si otros inversores quieren comprarlos.
No conviene tampoco olvidar que los inversores no podrán nunca reclamar un valor asociado ya que jurídicamente no está garantizado ni avalado por nadie, es por eso que frente a un desplome o hundimiento de la moneda sus poseedores se encontrarán indefensos y en pérdidas. Esto provocaría un problema a los gobiernos ya que los inversores pedirían reparaciones y podrían culpar a los gobiernos de no haber impedido y regulado la situación debidamente.
Su anonimato hace que sea una puerta abierta para fines ilícitos tales como lavado de dinero, evasión de impuestos, facilitar las compras de mercancías ilegales, etc. y dificulta su confiscación por los gobiernos en caso de delito.
Las nuevas leyes de blanqueo de capitales promovidas en la mayoría de los países desarrollados han hecho que la vigilancia sobre movimientos sospechosos en moneda digital sea mayor y se intensifique su vigilancia.
Otros factores denunciados son la falta de robustez ante robos por virus informáticos o su alta exposición a algo tan simple como un error de software en el sistema.
Debe tenerse en cuenta que cualquier operación con bitcoin exige un acceso a la red y la permanente disponibilidad de la conexión a otros computadores a través de Internet así como algo tan trivial como el acceso a energía eléctrica. Es un sistema que actualmente es sensible a factores externos dependiendo del país de residencia y no tan ajenos como en principio pudiéramos pensar tales como ataques terroristas, vetos gubernamentales, ataques militares, desastres naturales o simples averías de suministro.
A nivel gubernamental las monedas digitales generan recelo ya que en caso de un futuro uso masivo la sociedad podría transformarse y los bancos centrales verían limitado su control sobre la economía y las políticas de precios, siendo además una amenaza en ciernes sobre las divisas físicas y su estabilidad.
Todo lo dicho anteriormente provoca falta de confianza y esto sigue lastrando su plena aceptación tanto en los inversores domésticos como en los organismos financieros que siguen contemplando a las criptomonedas como paramonedas es decir potenciales sustitutos del dinero pero sin cubrir completamente los 3 principios básicos que toda moneda debe cumplir: medio de pago, unidad de cuenta y reserva de valor.
En el caso de los puntos a favor tenemos su rapidez, globalidad, reducción de costes, ser altamente divisible en fracciones, fácil manejo y transporte, durabilidad, seguridad y su resistencia a la falsificación lo cual son cualidades más que importantes a tener en cuenta para valorar cualquier medio de pago.
Es discutible el hecho de si en esta 4ª revolución industrial o era de digitalización donde la inteligencia artificial y Big data son ya una realidad en nuestros días, las monedas digitales pueden alcanzar el status de piedra angular que tuvieron en otra época la máquina de vapor, la cadena de producción masiva, o internet en la primera, segunda y tercera revolución industrial respectivamente.
Teniendo en cuenta que siempre se ha buscado la eficiencia y sobre todo la fiabilidad en la evolución del medio de pago podemos deducir que si del trueque se pasó a la moneda y después al papel moneda, las criptomonedas pueden ser el siguiente eslabón de esta cadena en base a que la era digital en la que vivimos está transformando las relaciones tanto sociales como económicas y por derivación está infiriendo también en cómo se trasmite el valor económico de una mano a otra, prueba de lo anterior es la disminución imparable del uso de efectivo en los países desarrollados lo que implica que en un futuro no muy lejano el soporte e incluso el propio concepto asociado al dinero sea totalmente diferente de lo que entendemos hoy en día.
Si volvemos a la pregunta que encabeza el texto “monedas digitales ¿simple moda ó moneda futura?” Parece razonable pensar que las monedas digitales deberán evolucionar y mejorar en varios frentes pero que claramente han llegado para quedarse y apoyándose en los grandes avances futuros en tecnología digital podrán sobrevivir y expandirse como medio de pago habitual en un futuro.